

Entre sus manos moldea su centro
15/Abril/2017
Galería de fotos
“Yo me considero alegre, transformador del entorno, creativo, independiente, positivo; soy millonario porque dependo de mí mismo, sin ataduras, sin quejarme; no como otras personas que odian su vida, pero aún así no hacen nada para cambiarla. A través de la cerámica aprendí a transformar objetos que me enriquecen de forma continua, me hacen experimentar alegrías y tristezas y dándome cuenta esto lo viví desde pequeño, cuando mis manos curiosas armaban y desarmaban todo lo que encontraban a su paso y así llevo 50 años o más.”
Caminando por una calle empedrada de Bogotá lo encontré
El viernes 24 de febrero de 2017 empecé a bajar por una calle de la Candelaria, una de tantas en un principio, pero después de adentrarme en ella nunca igual a las demás; empedrada, con un hogar detrás de otro, todos similares pero con una historia por descubrir, entonces, a mitad de cuadra me encontré frente a una casa blanca con detalles azules y una gran puerta en madera.
Tras tocar el timbre y esperar algunos segundos, frente a mí se encontraba ese niño curioso que de repente se convirtió en un hombre de 56 años, de tez blanca y ojos cafés que de forma amable me extendió su mano, se presentó como Diego Añez; yo correspondí el saludo y siguiendo sus pasos me adentré en su estudio de artesanía.
Al cruzar la puerta, todo mi cuerpo experimentó una extraña sensación; un ambiente tranquilo que hacía mucho tiempo no había sentido, percibí un aroma a madera vieja que por un momento me recordó a mi abuela, ante mis ojos un patio interior; en este, se encontraba un enorme perro café con algunos años encima y de fondo una voz aguda entraba por mis oídos como una melodía, una historia por contar de la boca y las vivencias del maestro Diego acababa de iniciar.
Creciendo con las “manos en la masa”
Desde pequeño, en la escuela, se empezó a enamorar de las artes, las manualidades siempre marcaron su destino, pasando de no ser nada a convertirse en un “algo” con historia y siendo testigo de sus sueños inexistentes, porque el maestro Diego desde que recuerda ha deseado vivir el momento.
Sin darse cuenta creció con su futuro forjado, sin necesidad de buscarlo, siempre teniéndolo entre sus manos.

Pasaban los años y nunca dejó de viajar, con un padre economista las oportunidades de negocio vienen de todas partes: de Chile, Venezuela, haciendo escala en Ecuador, recorriendo Perú y corroborando en las escuelas de todos estos países que lo suyo eran las artes, sin saber cuáles, pasó los años con una mochila al hombro, dejándose cautivar por los paisajes, la comida, y sobre todo la gente; las culturas tradicionales siempre le han encantado y entonces llegó a Bogotá con 22 años y empezó a estudiar diseño industrial.
Como un deseo concedido

Y sin pedirlo, mientras el ceramista Diego me relataba su historia miré hacia el patio de esa casa de la Candelaria y tuve la sensación de que mi deseo se había concedido, empezó a llover y el panorama se convirtió en el ideal para el relato que yo estaba escuchando.
El agua caía a cántaros y se metía por un sifón redondo que se encontraba en medio del patio.
El maestro quien poco antes me había dicho que su pasión artesanal había surgido de la nada, se dio cuenta de que si había un inicio; su abuela haciendo coronas de primera comunión y su tía creando botones para chaquetas habían sido claves en su decisión.
Arte hecho mujer
Durante 8 años fue director del Centro Artesanal de Ráquira, para Artesanías de Colombia, ese trabajo llegó cuando estaba en la universidad, en ese proceso conoció toda la cultura artesanal del país, de norte a sur; desde la Guajira hasta el Amazonas y de este a oeste; desde Vichada hasta el Valle del Cauca. Durante esta época de aprendizaje se dio cuenta que esta es una tradición de mujeres; en el campo compaginan los trabajos del hogar con las manualidades.
En este relato no podía faltar el amor, ese que lo hizo quedarse en el país, porque el destino era Italia, en ese momento, hace concretamente 25 años llegó su mitad. Una amante del arte que lo hizo deshacer la maleta y empezar a empacar cajas para crear Magma Cerámica; nombre que surgió de la pasión por los elementos de las cosmogonías occidentales y la necesidad de crear historias hechas a mano.
Recorriendo historias en un pocillo de Frida Kahlo
El artesano Diego se encontraba sentado frente a mí con una vasija de arcilla aún fresca en una de sus manos y en la otra una concha de mar con la que hacía marcas sobre la taza, con una práctica increíble y sumado a su gran talento logró llegar hasta la India donde pudo enseñar su trabajo de años; tiempo en el que manualmente ha creado arte en: vidrio, cuero, madera, plástico, pintura, pero cuando conoció la cerámica se enamoró y ahí se quedó hasta el día de hoy.
Después de casi 3 horas, mientras tomábamos un café humeante en pocillos de Frida Kahlo, los 2 nos dimos cuenta que todas aquellas personas que llegan al estudio y tienen contacto con la arcilla, logran encontrarse a sí mismas a través de las piezas que crean, porque en cada una de ellas dejan plasmada su historia.